En el aspecto urbano, Castro es un ejemplo más de pueblo-fortaleza: así lo demuestra su organización en la cima de una colina y la existencia de un recinto amurallado en torno a lo que fue la primitiva ciudad, hoy barrio de la Villa, todo ello acentuado por la barrera defensiva que suponía el río, rodeando por el sur el emplazamiento de la población.
Por tanto, podemos contar en la actualidad con los límites del casco urbano, que fueron establecidos en el momento de la "Reconquista" por Fernando III en 1.240. Lo que ha llegado hasta nosotros es bajomedieval, si bien el trazado y algunos restos podrían ser más antiguos. La estructura material es a base de mampostería y tapial, aunque también aparecen otros elementos como el ladrillo.
Las casas blancas y las calles angostas conforman una sencilla estampa de luz, dando un toque de singularidad a este hermoso pueblo de la campiña, embellecido con pintorescos arcos que atraviesan las calles principales en sus principales accesos, destacando los de Martos, el Agujero y la Cuesta de Santo Cristo.
Dignas de destacar en el trazado urbano son las construcciones de importantes casas solariegas. Son sencillas viviendas de grandes fachadas encaladas, con pocos huecos, sobre todo en la planta baja. En la planta alta, son frecuentes los ventanales con rejas voladas sostenidas por repisas en forma de nácela, que se prolonga desmedidamente hacia abajo.
Un interés particular tiene la "Casa Mendoza", que según parece, fue un notable palacio que algunos relacionan con la Princesa de Éboli. Es de destacar su portada, un arco de medio punto de elegantes proporciones rodeado de un recio almohadillado, muy bien compuesto y algunos relieves en la parte superior. Debe ser de las últimas décadas del siglo XVI. Existen una serie de leyendas en torno a esta construcción, una de ellas relacionando este edificio con la presencia de Doña Ana de Mendoza y de la Cerda, Princesa de Éboli, que según la tradición, estuvo confinada en Castro del Río y sufrió prisión en esta mansión.
Parece ser que el origen de esta vinculación pertenece exclusivamente a la sinonimia de apellidos. Otra leyenda, relaciona esta vivienda con un Conde de Mendoza, quien la utilizó como palacio.
Otro ejemplar más complejo es "la Casa de los Valdelomar", en la que tanto el enmarque de la puerta como el gran balcón que se abre sobre ella son de piedra con pilastras, molduras y cornisas, con un gran escudo de armas sobre el conjunto. Las restantes fachadas rompen su monotonía con la portada, casi siempre de piedra, a veces de ladrillo, adintelada, coronada por simple cornisa, sobre la que se abre un hueco entre los ángulos de un frontón partido.
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