Se trata de un edificio del que llama la atención su buen estado de conservación. Según las explicaciones que nos brindó su excavador hemos de insertarlo en el contexto de los tiempos finales de la guerra civil que enfrentó a los senatoriales que lideraba Pompeyo con los seguidores de Julio César. Pedro Lacort tiene fechada su construcción en el entorno del año 45 a.C., y piensa que es posible que con este monumento se deseara plasmar en la piedra la idea del agradecimiento de los seguidores de César a los indígenas que en estos parajes de la Bética habían brindado buenas muestras de fidelidad a su causa.

Todo parece sugerir que el Aljibe, de aspecto ciertamente monumental, habría sido construido sobre lo que antes pudo ser un lugar sagrado en el que los turdetanos habrían rendido culto al agua, dadas las propiedades minero-medicinales de esta, que resultan muy similares a las del cercano santuario de Torreparedones. El manantial aprovecha las escorrentías de las laderas del cerro a cuyos pies se construyó el depósito. 

La calidad de la construcción romana, obra de los ingenieros militares cesarianos, favorece esa hipótesis de que con esta construcción se deseaba, en suma, recompensar la fidelidad de los indígenas en los pasados tiempos de enfrentamiento con los pompeyanos. De ser así, tras la victoria de César, este edificio estaría simbolizando la imagen del vencedor en cuanto “amigo de los indígenas”.

Las marcas de cantero que se aprecian en los sillares que se utilizaron para levantar el Aljibe acreditan que es obra que se debe atribuir a las legiones cesarianas. Marcas similares –nos explicó Pedro Lacort- se han identificado en las murallas de Tarraco y Emerita, en concreto en las zonas más bajas, fechadas en los tiempos finales de la República romana.

El Aljibe romano, en suma, habría sido un Ninfeo, en el que se rendiría culto al agua y a las divinidades vinculadas con este elemento, que tan trascendental importancia tenía en los tiempos antiguos. Con él se habría continuado la tradición de un edificio sagrado indígena previo, que sin duda no había alcanzado el nivel de monumentalidad que los ingenieros militares habían ahora conseguido.

 

 

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