Templo de origen medieval, reconstruido sucesivamente, la obra se concluyó con Fray Juan de Toledo, cuyas armas se conservan en la portada plateresca de la fachada. Debido a Hernán Ruiz I, dicha portada muestra todavía rasgos góticos en los potentes machones que la encuadran, aunque las galas del plateresco se adueñan de ella dando lugar a una hermosa composición adornada por pilastras y balaustres en primer y segundo cuerpo respectivamente. Este último hace un grandioso entablamiento sobre los balaustres, interrumpido en el centro por el medio punto del nicho principal, que así forma una típica sertiana o arco entre dinteles.
Salvo esta portada, nada queda de la antigua parroquia, ya que volvió a reconstruirse a finales del S. XVIII. La amenaza de ruina obligó a formar un nuevo edificio, ahora de sólo tres naves, cuya creación se llevó a cabo en 1788. Este nuevo templo acusa una configuración propia del neoclásico.
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