Fue patio de entrada a la casa de los Torres Cabrera, hasta que esta propiedad fue anexionada a Viana en el siglo XIX. Destaca la decoración de ladrillo visto de sus muros, el suelo enchinado, los objetos arqueológicos y el antiguo abrevadero, hoy pilar decorativo. Este patio ha heredado el nombre de la gran cancela de hierro que cierra su único muro abierto al exterior. El pilar de piedra que hoy hospeda culantrillos y piragüitas, fue abrevadero de caballos y otras bestias. Ello nos cuenta que este patio, a lo largo del tiempo, ha acogido la entrada de carruajes, con las correspondientes caballerizas y granero. En el siglo XIX, el patio de La Cancela, junto con los otros pertenecientes a la finca de los Torres Cabrera, colindante al palacio, fue adquirido por los propietarios de Viana, con lo cual perdió su función de patio de entrada. A mediados del siglo XX, los III marqueses de Viana, últimos habitantes del palacio, emprendieron una profunda remodelación de todos los patios que habían pertenecido a la casa de los Torres Cabrera, esto es, el conjunto formado por los patios de la Alberca, el Pozo, los Jardineros, la Capilla y la Cancela. Los patios fueron adornados con objetos arqueológicos, azulejos, piezas decorativas diversas e incluso fuentes, como la del Patio de la Cancela. La arquitectura del patio de la cancela difiere sensiblemente del resto de patios de Viana. Los muros revestidos de ladrillo visto, a los que asoman balcones con bellos trabajos de forja y marcos de madera “azul Viana” conforman un vistoso conjunto, reforzado por el suelo enchinado a dos colores, el pilar reconvertido en macetero, el tejo que crece junto a la cancela y el muro revestido de rosal de pitiminí. En la actualidad, el Patio de la Cancela es la entrada al centro de recepción de visitantes del Palacio de Viana, recuperando, curiosamente, su función de patio de entrada. Patio de la cancela (…) ¡Con cuánta lentitud alza el tejo la sombría caricia sel veneno que habita por sus ramas! Ay las rosas. Mis rosas amarillas. Trepando por la cal, apretadas y firmes, sus espinas doliendo como alas cortadas. Nunca aquí he sabido de paz ni de certeza. (…) La vida es este patio. La vida es este trago de dualidad y silencio, la sospecha de haber llegado tarde, o quizá demasiado temprano hasta la reja. (…) Todo está bien así: la porcelana, su guirnalda amarilla, esta moldura antigua de panoja y ladrillo, y la mosqueta breve de mi alma. Buenas noches. Me serviré yo misma, muy bien azucarada, Esa infusión de tejo. Hay un golpe de aire. Ahora sí: la cancela. Ya podéis retiraros. Juana Castro Viana, patios de poesía (1995)

 

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