Patio interior nombrado así por la existencia de una capilla anexa, hoy recuperada. Es un pequeño museo arqueológico por la cantidad y valor de las piezas que alberga. La fresca penumbra formada por los cítricos y la armonía de su composición arquitectónica favorecen un clima de calma e introspección. El Patio de la Capilla era el patio principal de las casas de los condes de Torres Cabrera, anexionadas a Viana en el siglo XIX. Ello evidencia la diferencia de estilo entre este y los patios de servicio del trío Jardineros-Pozo-Alberca, que también pertenecían a la misma casa. El patio, realizado en el siglo XVII, cuenta con dos galerías porticadas, sencillas y armoniosas, en las que se han colocado diversos objetos arqueológicos para adornarlo. Esta decoración responde al gusto por lo arqueológico del s. XIX y principios del XX, cuando las ruinas se convierten en piezas expositivas, símbolo del poder socioeconómico de la familia adinerada que puede permitirse este tipo de coleccionismo. Al igual que ocurrió con otros elementos como los azulejos o las cancelas de hierro, los patios cordobeses importaron esta moda de exhibir piezas arqueológicas como parte de la decoración del patio. El Patio de la Capilla es, casi con toda seguridad, el más fresco de Viana. Sus elevados muros dejan pasar poca luz directa. Ello ha hecho que los cítricos que lo adornan hayan crecido a lo alto, buscando el sol y entretejiendo sus ramas una especie de toldo vegetal que aporta aún más frescor. No hay en este patio gran variedad floral, ya que la floración se hace difícil. Se adaptan muy bien, sin embargo, los helechos reales, que encuentran aquí su ambiente ideal. Una de las pocas variedades florales presentes en el patio la aportan las macetas de clivias, cuidadosamente colocadas junto a la base de las columnas para no distorsionar la armonía del conjunto. En suma, es este un patio de penumbra, fresco, de carácter sobrio, en el que todos los elementos parecen estar muy bien integrados. Esa armonía y el ambiente de semi sombra invitan al silencio, roto, tan solo por los numerosos pájaros que revolotean en las copas de los naranjos y el sonido del agua de la fuente. El exotismo arqueológico La moda del siglo XIX y principios del XX por la arqueología despegó gracias a los grandes descubrimientos arqueológicos como Pompeya, Herculano, el Palacio de Knossos o la tumba de Tutankamon, entre otros. Anteriormente, la expansión colonial había empezado a divulgar el concepto de exótico aplicado a los pueblos y culturas ajenos a los colonizadores. Las exposiciones universales de París amplificaron estos gustos que se convirtieron en moda entre las clases acomodadas. El II marqués de Viana comenzó a aplicar estas modas tras visitar una de estas exposiciones universales de París en 1925.

 

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