Parte del núcleo originario del palacio en el siglo XV, servía de punto de acceso al recinto hasta la construcción del Patio de Recibo. Recuerda a los jardines hispano-musulmanes por su configuración cerrada al exterior y de ambiente intimista, el protagonismo del agua y el uso combinado de flores y frutales. En los planos del s. XIX este patio aparecía divido en dos. En una parte, la alberca; recibiendo en distintas épocas nombres como Patio de la Fuente, Patio de Beber y Patio de la Parra. En la otra parte, los naranjos centenarios que le dan nombre hoy, aunque también llegó a conocerse como Patio de los Comedores, por las estancias que asomaban al recinto. Se sabe que con los últimos marqueses de Viana (s. XX) ya no había muro de separación, estando tal y como se había concebido y ahora lo vemos, reflejo del espíritu del jardín-huerto musulmán. Para los musulmanes, el jardín era un espacio privado, cerrado a las miradas del exterior, que invitaba a la contemplación. En los patios y jardines musulmanes se utilizaron las plantas y el agua como principales elementos decorativos. Tiene sentido viniendo de culturas provenientes de zonas áridas. Mediante el agua y las plantas recreaban el oasis en mitad del desierto. Especial mimo le ponían al agua, considerada en el Corán como “la misericordia divina”. En el mundo andalusí, a la función estética de los jardines se agregó un aprovechamiento agrícola, con técnicas avanzadas de uso del agua y aclimatación de especies botánicas nuevas. El patio musulmán, con su carácter privado, volcado hacia el interior, ha sido clave en la evolución histórica del patio cordobés. El aire de calma e intimidad, el protagonismo del agua y uso de árboles frutales, en este caso, naranjos centenarios, es lo que recuerda al espíritu del jardín hispano-musulmán. El Patio de los Naranjos, en suma, es un apacible espacio para pasear y dejarse llevar por los sentidos: el aroma de las plantas, el tintineo del agua, el leve crujir del pavimento de garbancillo, la vista de sus exuberantes plantas en periodo de floración… A través de esta experiencia sensorial tal vez podamos acercarnos al efecto que buscaban los musulmanes en sus jardines: introspección, comunión con lo divino y sosiego del espíritu a través de la contemplación de la naturaleza. El marqués coqueto El heliotropo es famoso por sus flores de intenso perfume a vainilla. Se cuenta que el último marqués de Viana acudía cada mañana a este patio para coger un ramito de esta flor y prenderlo en el ojal de su chaqueta. Los embajadores de Córdoba Tanto se identifica Córdoba con los naranjos, que en 1958 el Ayuntamiento de la ciudad envió para el Templo de la Paz en Hiroshima, un cofre de cuero repujado, artesanía típica cordobesa, con unas semillas y un mensaje: “Semillas de los naranjos de la Mezquita, vais a Hiroshima en misión de amor, de paz…, a nacer allí donde la muerte se prodigó. Al florecer, ofreced a Dios vuestro perfume, pidiendo inteligencia entre los hombres”.
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